Córdoba de Noche / Ciudad áurea
Por la
noche, al filo de la madrugada, cuando la ciudad duerme y los ruidos se apagan,
es posible recobrar la “Córdoba callada” que tanto fascinó al poeta Manuel
Machado. Junto al preciado silencio resplandecen los monumentos iluminados que
flotan en la oscuridad. Por ellos discurre este itinerario sentimental,
espectáculo de luz y tenue sonido, el de los propios pasos y el rumor del agua.
Frente a la
orilla izquierda del río se despliega la ciudad monumental como una postal de
oro. Resucita en la noche la fatigada torre de la
Calahorra; el viejo puente áureo se mira triunfante en el espejo del
oscuro cauce; resplandece la Puerta del Puente
como arco triunfal a mayor gloria de Felipe II; custodia el Arcángel desde su
afilada columna el sueño de la ciudad; arañan el negro velo del firmamento las
puntiagudas almenas del Alcázar
cristiano; alza la herreriana sobriedad de sus torres el palacio del
obispo; y triunfa, dominadora sobre el conjunto, la poderosa mole de la antigua
Mezquita,
dorado galeón que surca el océano de tinieblas con la altiva torre catedralicia
como proa.
Hay que
acercarse a la torre en la noche. La perspectiva más colosal la regala en su
propia calle, Cardenal Herrero, donde despliega su verticalidad manierista de
oro incandescente, que tanto contrasta con el intimismo de la vecina Virgen de los
Faroles. Pero también puede buscar el viajero su radiante silueta
asomándose por encima de los tejados de la Judería o ceñida por el encalado
abrazo de la Calleja de las
Flores.
En la
explanada alberiza del Alcázar palmeras y naranjos se recortan a contraluz
sobre la muralla de oro viejo, mientras la torre de los Leones alza su altivez
bajo la inmensa copa del eucalipto protector y el afilado ciprés corteja en la
noche a la vigilante torre del Homenaje. Ya dentro, el laberinto de jardines
invita a perderse entre sus sombras mientras la luna se mira en el espejo
oscuro de los estanques y el rosal flirtea con las aéreas curvas de los
surtidores. Esto es el paraíso.
Lo que aún
queda en pie del antiguo recinto amurallado evoca de noche el remoto misterio
de la ciudad bajomedieval. Las almenas que coronan la puerta dorada de
Almodóvar resplandecen como una diadema al inicio del sugerente tramo guiado
por la protectora muralla, a cuyos pies el agua se remansa en el oscuro foso.
Ha de
perderse ahora el viajero por el intrincado casco antiguo para buscar la
claridad de las iglesias fernandinas en el corazón de los barrios. Tenue es la
amarillenta luz que envuelve Santa Marina de
Aguas Santas para así no despertar de su sueño de siglos; su potente
fachada soportada por contrafuertes flota en la noche como un grabado antiguo.
Tamizada es también la iluminación de la resurrecta Magdalena,
que amarillea alargada entre la arboleda bajo la vigilancia de su torre
barroca. Contrasta con ellas la dorada intensidad con que flota en la noche la
fachada de San Lorenzo;
puro encaje de piedra es su rosetón y ascua su campanario. Arde hermosa la
iglesia en la noche, como viva metáfora de la inmolación martirial de su
titular.
Del medievo
transporta ahora la luz a la remota época romana. El suave halo de los
reflectores acentúa la esbeltez de las columnas estriadas del templo romano,
que proclama en la calle Claudio
Marcelo la grandeza de la Colonia Patricia y confiere a los mármoles
un aspecto solemne y teatral, idóneo decorado para una tragedia clásica.
La
esquemática ruta por la Córdoba áurea puede terminar en la plaza de Colón,
que se engalana con la vecindad del antiguo convento mercedario. La luz aviva
la barroca fachada de ficticios mármoles polícromos, en la que destaca la
blanca portada del templo, puro retablo churrigueresco. Contrasta su resplandor
con la tenue iluminación de la cercana torre de la
Malmuerta, cansado guerrero que, ahogado entre edificios de siete
plantas, rememora en la noche viejas leyendas medievales.
En el
corazón de los jardines de Colón, en fin, los focos transforman en efímera
plata el agua los caños de la fuente neobarroca, que a través de las verjas
resplandece como una joya de agua y luz.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA
Córdoba, 2003
Hay tanta calidad, y belleza, que no sabría cual elegir.
ResponderEliminar"Fantástico trabajo"
Muchas gracias Pilar, no sabes cuanto me alegro que te hayan gustado, un saludo
EliminarSon muy bonitas. Enhorabuena
ResponderEliminarMuchas gracias, un saludo
EliminarMuy buen trabajo fotográfico. Enhorabuena
ResponderEliminarMuchas gracias Aquilino, me alegro mucho que te hayan gustado, un abrazo
EliminarBuena recopilación Jose Carlos, te felicito.
ResponderEliminarMuchas gracias, me alegro que te hayan gustado
Eliminar