domingo, 30 de julio de 2017

Rincones de Córdoba con encanto - 019 Calle Conde de Torres Cabrera

Calle Conde de Torres Cabrera / Entre dos palacios
Aunque hace años que la aristocracia y la burguesía emprendieron el éxodo desde sus mansiones señoriales del casco antiguo hacia los chalets del Brillante, aún se conservan palacios vividos en un plausible gesto conservacionista. Así, en la calle Conde de Torres Cabrera, separados por escasa distancia, perviven los antiguos palacios de los Condes de Torres Cabrera y de los Marqueses de Valdeflores, dos edificios decimonónicos bien conservados que constituyen un lujo del paisaje urbano.
El primero de ellos, hoy propiedad de la familia Cruz Conde, se alza junto a la confluencia de la calle Conde de Torres Cabrera con la de Ramírez de las Casas Deza. El viajero que lo encuentra frontalmente se siente transportado a otra época, pues conserva un aspecto elegante y a la vez decadente. La Guía de arquitectura de Córdoba fecha en 1847 este edificio de “clara tipología italiana”, aunque habrá quien advierta más bien un sabor francés.
Dos cuerpos simétricos avanzan sobre el jardín, a ambos lados de un porche central sostenido por cuatro columnas toscanas y recorrido por una amplia balconada. Bajo el porche, una triple arcada cerrada por cancela permite apreciar el patio principal, pavimentado de mármol y decorado con mosaicos romanos, entre los que destaca uno de forma octogonal que efigia a Baco. Característicos del edificio son los dos colores que revisten su fachada: rojo almagra para el paramento y ocre para pilastras, cornisas y elementos decorativos. Delante del palacete se extiende un ameno jardín –centrado por el parterre circular que ordenaba el tránsito de los carruajes–, que se cierra al exterior con una verja de hierro pintada de verde.
Como curiosidad histórica cabe añadir que en esta casa se alojó Alfonso XII durante la visita realizada a Córdoba en 1877, y aún conserva el Salón del Trono. Respondió así el monarca a la invitación del influyente político Ricardo Martel Fernández de Córdoba, Conde de Torres Cabrera y hombre de confianza de Cánovas del Castillo, que había participado activamente en la restauración monárquica.
El segundo palacio de la calle es el de los Marqueses de Valdeflores, que domina la plaza de las Doblas, antesala de Capuchinos, con su neoclásica fachada gris, rematada por un curioso frontón triangular de planta curva. Pese a que esté hoy separado de la casa anterior por la calle Teniente Albornoz, en su origen fue una segregación de aquél, según me confesó hace años Carmen Rubio Courtoy, que habitaba en ella: “Esta casa la edificó el Conde de Torres Cabrera en el fondo de su jardín para una hija suya. En 1914 la vendió a unos tíos nuestros, que la terminaron, y en 1942 mis tíos se la vendieron a mis padres, los Marqueses de Valdeflores”. En los años noventa fue adquirida por el empresario Rafael Gómez Sánchez, que la restauró y estableció en ella la sede central de sus negocios inmobiliarios.
Ante el palacete se extiende la plaza de las Doblas, que debe su aspecto actual a la reforma realizada en 1944 por el arquitecto municipal Víctor Escribano, que ensayó en ella el alicatado cordobés, como llamó al empedrado artístico a base de cantos rodados claros y oscuros, combinados para formar motivos ornamentales. “Se lo enseñé a colocar a Zamorano, sobre un lecho de arena y cal que se regaba después con un mortero de arena y cemento”, explicó el arquitecto.
La empedrada explanada central acoge una sencilla y robusta fuente con surtidor, a cuyo alrededor se despliegan cuatro parterres con rosales y arboleda de grata sombra: naranjos, cipreses, un banano y palmeras datileras, que rebasan ya la altura de los tejados. Arropados por la vegetación, no pasan desapercibidos dos fragmentos de fustes estriados de mármol blanco apoyados en sólidas basas, vestigios arqueológicos procedentes del Templo Romano, que proporcionan a la plaza un noble toque de romanidad; es un lujo pasar la mano por estos mármoles antiguos. El viajero puede tomar asiento en cualquiera de los bancos de granito que flanquean la fuente para descansar o ver transcurrir la vida cotidiana en tan concurrido enclave. Turistas y devotos se adentran en la plaza de Capuchinos, mientras el obrador de la Purísima exhala el cálido aroma de sus tortas apestiñadas recién hechas.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA

Córdoba, 2003



























domingo, 23 de julio de 2017

Rincones de Córdoba con encanto - 018 Torres

Torres / Alzando la vista al cielo
Una decena de torres se elevan vigilantes sobre los tejados del casco antiguo. Predominan las de estilos renacentista y barroco, y algunas de ellas se sustentan en viejos alminares árabes, como si los credos se hubiesen ido superponiendo.
La principal de todas es la de la Catedral, cuyos 54 metros la convierten en la construcción más alta de la ciudad, altura salvada interiormente por sus 203 escalones. En su interior encierra, “como una almendra dentro de su cáscara”, el alminar árabe construido por el califa Abd al-Rahman III en 952. Fue proyectada por el arquitecto Hernán Ruiz III, y su construcción se llevó a cabo entre 1593 y 1617, aunque sufrió tres reparaciones de importancia; la primera en 1664, época en que se colocó como remate la escultura de San Rafael, que aún pervive; la segunda en 1727, tras una violenta tormenta; y la tercera a raíz del destructor terremoto de Lisboa de 1755. Finalmente, la restauración terminada en 1996 devolvió claridad y transparencia a la torre, que la iluminación nocturna convierte en faro de oro. Tan bella y proporcionada imagen manierista multiplica su grata visión en calles y plazas del entorno. “Desde lo alto de la torre, cuando se mira en derredor, se ve y se entiende Córdoba”, como afirman sus arquitectos restauradores Ruiz Cabrero y Rebollo Puig.
La torre más antigua conservada en Córdoba es la de San Nicolás de la Villa, que aprovecha la base de un alminar y estaba concluida en 1496, como acredita una lápida alusiva a su construcción. Sobre el primer cuerpo cuadrangular se alza un estilizado prisma octogonal, rematado por una envolvente corona formada por arquillos ciegos y crestería floral. Curiosa es la transición ornamental entre los dos cuerpos, encabezada por las palabras Paciencia y Obediencia, relacionadas con el pleito entablado y perdido por los Marqueses de Comares, que tenían su palacio frente a la iglesia. El escudo del obispo Íñigo Manrique, que rigió la diócesis entre 1486 y 1496, certifica sobre una de las caras la época de la construcción. El campanario en cambio es un pobre añadido posterior que desmerece del conjunto.
La torre de San Lorenzo, considerada por los estudiosos “una de las más gráciles de la ciudad”, aprovecha la base de un antiguo alminar, sobre el que Hernán Ruiz II levantó en 1555 tres cuerpos decrecientes de estirpe renacentista. Sobresale por su belleza el campanario, en el que, protegidos por balaustrada, se abren estilizados vanos pareados entre pilastras de orden jónico.
El cuerpo de campanas de San Lorenzo guarda parentesco estilístico con el de Santa Marina, obra igualmente de Hernán Ruiz II, aunque más austera. Sobre la sólida base de la torre medieval, el arquitecto levantó el campanario, con dos vanos de orden jónico en cada lado. El escudo del obispo Leopoldo de Austria (1541 y 1557) permite fecharla. Cercanas y angostas calles como Zarco o Morales regalan bellas perspectivas de la torre, que también se divisa desde el jardín del Palacio de Viana.
Del siglo XVI es también la torre de San Andrés, erigida durante el mandato del obispo fray Martín de Córdoba (1578-1581), como acredita su escudo. Es una torre bella pese a la desproporción que se advierte entre el robusto primer cuerpo, rematado por balaustrada con tribunas centrales, y el campanario, girado 45 grados, como en San Lorenzo, que sólo admite un vano de orden jónico en cada lado. Una reciente restauración lavó la cara de la torre, que emerge radiante sobre los tejados.
Muchas de las torres cordobesas son anacrónicas con respecto a sus iglesias, pues fueron construidas después que ellas. Esta circunstancia se acentúa en la Magdalena, la más madrugadora de las iglesias fernandinas, cuya torre actual hubo de esperar casi cinco siglos, pues fue construida a finales del XVIII, durante el episcopado de Caballero y Góngora, cuyo escudo ostenta. Es de estética barroca y consta de tres cuerpos decrecientes, de secciones cuadrada, poligonal y circular.
Otras torres jalonan el horizonte urbano de Córdoba, invitando a levantar la vista para apreciar su belleza y majestad. Digna de mención es la de San Agustín, de finales del XVI, con dos cuerpos en los que se abren doce vanos entre pilastras toscanas, el primero desplegado rectangularmente sobre la fachada. De finales del XVIII es la torre inconclusa de San Hipólito. Y singular en su aislamiento y abandono es la exenta torre barroca de la antigua parroquia de Santo Domingo de Silos, que pervive en la plaza de la Compañía a la espera de que se apiade de ella una restauración salvadora.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA

Córdoba, 2003
Torre de la Catedral


Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral


Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral


Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral

Torre de la Catedral


Torre de la Catedral

Torre de San Nicolás de la Villa
    

Torre de San Nicolás de la Villa


Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa


Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Nicolás de la Villa

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo

Torre de San Lorenzo 

Torre de San Lorenzo 

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina


Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torr de Santa Marina

Torre de Santa Marina


Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de Santa Marina

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de San Andrés


Torre de San Andrés

Torre de San Andrés

Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena


Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena

Torre de la Magdalena


Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Agustín

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito

Torre de San Hipólito


Torre de San Hipólito


Torre Santo Domingo de Silos


Torre Santo Domingo de Silos

Torre Santo Domingo de Silos

Torre Santo Domingo de Silos

Torre Santo Domingo de Silos

Torre Santo Domingo de Silos

Torre Santo Domingo de Silos

Torre Santo Domingo de Silos