Cuesta de San Cayetano / Barroco escenario para Jesús
Caído
La Cuesta de
San Cayetano podría ser bellísima en toda su extensión, desde las Ollerías
hasta la iglesia, en la cúspide de la suave rampa. Pero la desconsiderada
invasión de automóviles –cuarenta se pueden contar cualquier mañana– mancilla
su belleza.
La cuesta
era una terriza y desolada rampa que hacia 1950 transformó el alcalde Alfonso Cruz Conde
con la ayuda de Vi´ctor Escribano,
autor del proyecto de reforma. A modo de gran antesala del templo de los
Carmelitas Descalzos, el arquitecto municipal creó un espacio barroco centrado
por dos jardines circulares rodeados de rampas y precedidos por un breve
rellano en cuyo blanco muro de contención situó una graciosa fuente de negra piedra
cuyo frontal parece inspirado en la hornacina que preside la portada del
templo.
Los
historiadores del arte destacan el “apreciable efecto de perspectiva barroca”
conseguido con esta actuación, y en verdad que si el viajero prescinde de los
autos aparcados la vista que se aprecia desde la avenida de las
Ollerías es bien hermosa. Una decena de corpulentos cipreses, dos
palmeras y adelfas arboladas pueblan los descuidados parterres; y será este
abandono el que no inspire respeto a los vehículos, que se encaraman por la
cuesta para ocupar curvas y resquicios. Una barbaridad.
Menos mal
que en el último tramo de la rampa una breve escalinata impide el paso de los
vehículos, con lo que se preserva de su acoso el cuadrangular rellano que se
extiende ante la fachada del templo, lo más bello del conjunto.
Dicen los
textos eruditos que en 1638 el cantero Andrés Gutiérrez
firmó el contrato para construir la portada del templo, que sería bendecido el
día de Santa Teresa de 1656. Es una fachada en hastial
pintada hoy de intenso color ocre, en la que se inscribe la portada de piedra
gris, típicamente serliana, pues consta de un hueco central de medio punto y
dos laterales adintelados, los tres cerrados por rejas al vestíbulo del templo.
Sobre esa estructura de raigambre manierista se eleva una hornacina ya
plenamente barroca, coronada por un frontón partido en el que se inserta el
escudo de la orden de los Carmelitas descalzos. A la izquierda de la fachada se
alza la grácil espadaña, de dos cuerpos, el segundo claramente inspirado en el
diseño arquitectónico de la hornacina.
La imagen de
San José con el Niño, ya adolescente, de la mano, que ocupa la hornacina
certifica la advocación oficial del templo, aunque popularmente sea conocido
por el nombre de San Cayetano, una de sus imágenes de devoción. A ambos lados
de la hornacina puede apreciarse por duplicado el escudo de doña Beatriz de
Haro y Portocarrero, “fundadora y primera patrona de este convento”, como reza
su lápida sepulcral al pie del altar mayor.
Con el
intenso color ocre de la fachada entonan los orondos frutos de los naranjos que
amenizan el rellano, a ambos lados de un pasillo central pavimentado con
artístico enchinado cordobés, que dibuja curvas y volutas. Es una lástima que
los deterioros que el tiempo ha ido originando en tan bello mosaico se hayan
parcheado con alquitrán, torpeza que bien podría corregirse con una dosis de
sensibilidad. Porque a veces, un leve descuido o desamor puede transformar en
desencanto rincones que el paso del tiempo ha ido colmando de seductora
belleza.
Este
apartado y bello rincón tiene cada primavera su momento glorioso la tarde del
Jueves Santo, con la salida procesional de la Pontificia, Real, Venerable e
Ilustre Hermandad y Cofradía de Nuestro Padre Jesús Caído y Nuestra Señora del Mayor
Dolor en su Soledad, ocasión en que la cuesta se convierte en un barroco
escenario para arropar y enmarcar la bajada del Señor de los toreros.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA
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