Plaza de Capuchinas / La bendición de Osio
En pleno
centro de Córdoba, la plaza de Capuchinas
es una isla de espiritualidad: presidida por la estatua del obispo Osio, la cierra por el fondo la
fachada de la iglesia conventual de San Rafael, de Clarisas Franciscanas,
mientras que a la derecha se extiende la casa y capilla de las Hermanas de la
Cruz. Una espiritualidad perturbada por el constante tráfico que, ajeno a este
sosiego, sube continuamente por Alfonso XIII.
El conjunto
que forman monumento y jardín se dispone con cierto sentido escenográfico:
arropada por un seto de tuyas se extiende una plataforma elevada, pavimentada
con cantos rodados que dibujan hojas y volutas, en cuyo centro se alza el
pedestal con la majestuosa estatua. Los cuatro bancos de piedra que circundan
la plataforma invitan a tomar asiento para desgranar los encantos que acumula
tan sugerente rincón.
El primero,
el monumento al preclaro obispo Osio, inaugurado con toda pompa en abril de 1926 para conmemorar el centenario del
Concilio de Nicea (325), como reza una inscripción al reverso del pedestal: “A
Osio obispo - confesor de Cristo en el tormento - consejero de Constantino ‘el
Grande’ - en el XVI centenario del Concilio de Nicea que presidió dedica este
monumento por iniciativa de su prelado el pueblo de Córdoba - XXXI. XII.
MCMXXV”.
Una soberbia
araucaria, a modo de solio protector, arropa la estatua, esculpida por Lorenzo Coullaut
Valera. Decoran el pedestal tres relieves en bronce que plasman
episodios de su vida: Osio confesor del emperador Constantino, Osio en el
tormento y Expulsión de Arrio, que puso en duda la divinidad de Jesucristo. Se
alza el monumento sobre una pequeña meseta con pavimento enchinado, amenizada
por un pequeño jardín con naranjos y acacias.
Como telón
de fondo se alza la austera fachada de ladrillo de la iglesia conventual de San
Rafael, cuya artística portada barroca ostenta el escudo del obispo Marcelino
Siuri, constructor del templo a partir de 1725, y, coronándola, la efigie del
Arcángel, titular de la iglesia, en una hornacina. Madreselvas y buganvillas
trepadoras escalan el muro. Un goteo de devotos entra y sale del recoleto
templo conventual, en cuyo interior sorprende el retablo barroco de oscura
madera sin dorar –recuerda al de la cercana iglesia parroquial de la Compañía–
labrado en el taller de Teodosio Sánchez de Rueda, en el que destacan las
gruesas columnas salomónicas y el gran manifestador central.
En la
vertiente de la plaza que forma ángulo con la iglesia de las Capuchinas se
extienden la capilla y la residencia de las Hermanas de la Cruz, establecidas
en 1950 en la casa cedida por Antonio Martínez y María Crestar, matrimonio que
murió sin descendencia. El edificio fue acondicionado por el ganadero sevillano
Salvador Guardiola, en recuerdo de un hijo, como perpetúa la inscripción
existente en la recoleta capilla: “Joaquín Guardiola Domínguez Fantoni y Pérez
de Vargas, murió heroicamente al defender la vida de su padre el día 9 de julio
de 1946 a los diecisiete años de edad, dejándonos ejemplo de resignación
cristiana y conformidad heroica con la voluntad de Dios”.
Desde un
testero del presbiterio sonríe beatíficamente Santa Ángela de la Cruz, monja
sevillana que en 1875 fundó esta orden religiosa, entregada
al cuidado de enfermos necesitados. La capilla, obra neobarroca del arquitecto
Daniel Sánchez Puch, se asoma al exterior a través de una portadita enmarcada
por arco de medio punto cerrado por verja, sobre el que campea una modesta
espadaña, que llama a misa cada mañana. La combinación en la fachada del blanco
y el ocre insinúa un gusto sevillano.
En el zaguán
de la casa un cepillo solicita la limosna para los pobres y enfermos bajo esta
bella invitación: “¡Ricos de la tierra / mirad al cielo!”. En su interior
conserva la casa un blanco y recoleto patio en el que se abren ocho arcos, dos
en cada lado.
El contacto
con oasis de paz y recogimiento como los que aquí se concentran es sin duda un
buen bálsamo protector contra los estragos que la vida moderna causa en el
espíritu.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA
Córdoba, 2003
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