Fachada Monumental / Una imagen que pervive en el
tiempo
La terraza
almenada de la Calahorra
regala la mejor vista del conjunto monumental de Córdoba, una panorámica
clásica e invariable dominada por la mole de la antigua Mezquita, sobre la que se eleva vigilante
la torre renacentista, más clara y radiante tras su última restauración. Entre
la Catedral y la silueta herreriana del antiguo Palacio Episcopal,
se clava en el cielo el abrumador triunfo barroco de San
Rafael, con la renacentista Puerta del Puente
arrodillada a sus pies. El viejo Seminario
y las torres del Alcázar
despuntando sobre los verdes brochazos de la arboleda completan la postal por
poniente.
Por la
derecha, blanquea el casco antiguo extendido sobre la llanura, mientras las
torres de las iglesias echan un pulso en altura a los metálicos esqueletos de
las grúas, gigantescos bisturíes que someten a la ciudad a una cirugía
renovadora. Entre las ocres pinceladas de las iglesias sobresale la cúpula
colosal de Santa
Victoria, capaz de tutear desde esta distancia al mismísimo crucero
catedralicio. Aquí debió percibir el poeta Juan Bernier ese “amarillo perfil de
arquitectura / de cúpulas y torres coronado” que acuñó en su bello soneto
dedicado a Córdoba. En el horizonte, la barrera de la cercana Sierra es como un
turbante ceñido sobre la clara frente de la ciudad.
La
panorámica monumental admite innumerables variantes según el punto de
observación. Así por ejemplo, desde la ribereña avenida dedicada al Obispo Fray Albino se enriquece con la
incorporación del Puente Romano y
de la Calahorra. Por la noche, los reflectores convierten en oro las viejas
piedras del conjunto monumental, que flota en la oscuridad como un sueño irreal
en el que parece materializarse el anhelante verso de Antonio Gala: “Resucitar, resucitar y verte
/ oh nativa ciudad de la belleza”.
Esta clásica
vista meridional de Córdoba –síntesis de todos sus encantos monumentales– fue
la fachada principal de la ciudad hasta que, a mediados del siglo XIX, el ferrocarril desplazó la urbe
hacia el norte, como tan certeramente señala el profesor Villar Movellán: “El
ferrocarril y la tensión urbanística introducida con su ventajosa presencia
hizo volcar la atención de la ciudad hacia la terraza superior del gran río y
de este modo, lo que había sido de siempre el rostro de Córdoba se convirtió en
la espalda”. Cuantos artistas plasmaron a través de los siglos la imagen de
Córdoba se situaron al sur, en los alcores del Campo de la Verdad,
desde donde conseguían captar la fachada monumental de la vieja ciudad
amurallada.
El viajero
que desee conocer la curiosa evolución de esta imagen urbana de Córdoba en
pinturas, dibujos, grabados y litografías deberá consultar el admirable estudio
de Francisco Cosano Moyano Iconografía de Córdoba. La más antigua y detallada
panorámica de la ciudad fue dibujada en 1567 por el artista flamenco Anton Van den
Wyngaerde, por encargo de Felipe II. En la misma época Joris Hoefnagel realiza
otra panorámica de Córdoba en grabado calcográfico –que en 1572 ilustrará un tomo de la obra Civitatis
Orbis Terrarum–, repetidamente copiado hasta el siglo XVIII por editores y grabadores,
entre ellos Juan Fernando Palomino, ilustrador de El Atlante Español, de
Espinalt, a quien se deben las versiones más divulgadas.
Grabados con
la vista panorámica de Córdoba ilustrarán también los libros de los viajeros
románticos; así, el francés Liger la dibuja para el Voyage Pittoresque et
Historique de l’Espagne, de Laborde, y el reputado artista inglés David Roberts
plasmó una bellísima vista, recogida en Picturesques sketches in Spains (1837).
A lo largo del siglo XIX insisten
en el mismo tema Asselineau, Saunier, Gaucherel, Chapuy, Vallejo, Puttner,
Whympia y, sobre todo, José Francisco Parcerisa, que en el tomo octavo de
Recuerdos y bellezas de España, de Pedro de Madrazo (1855), ha dejado la mejor
colección de litografías existente sobre la Córdoba monumental.
Con la
invención de la fotografía, postaleros como Señán y Garzón escogen similares
puntos de vista para plasmar la panorámica de Córdoba en sus postales sepia,
algunas de doble longitud –claro anticipo del cinemascope– para abarcar una más
extensa panorámica. La iluminación nocturna proporciona renovados matices al
conjunto monumental. La penúltima versión fotográfica de esta fachada
monumental, publicada por el diario Córdoba
en el año 2000 y realizada por Rafael Becerra, es
frecuente verla enmarcada en viviendas, bares y oficinas.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA
Córdoba, 2003
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