Calle Ángel de Saavedra / Vida contemplativa
Bajando por
la calle dedicada a Ángel de Saavedra, sobre el lugar donde los arqueólogos
sitúan el Foro Provincial de Corduba romana, confluyen dos fachadas de interés
monumental: la iglesia de Santa
Ana y la llamada Casa Carbonell, parcialmente oculta por
aquélla, disposición que revela en su falta de alineación el desorden heredado
del urbanismo musulmán. La belleza de este espacio monumental surge del propio
contraste estilístico de los monumentos; uno religioso y barroco, mientras que
el otro se inscribe en un eclecticismo civil.
Domina el
conjunto la fachada de la iglesia conventual de Santa Ana, de carmelitas
descalzas, establecidas en 1589, que años más tarde
encontrarían el benefactor apoyo de don Luis Fernández de Córdoba, marqués del
Carpio, cuyas armas figuran en las pechinas del crucero. Siglo y medio duraron
las obras del templo, cuya fachada se terminó ya en pleno XVIII; observan los especialistas que su
composición se inspira en la iglesia romana del Gesú levantada por iniciativa
de Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, y en ella destacan dos
grandes aletones laterales. Sobre el ladrillo rojizo de la fachada destaca la
portada de piedra, coronada por una amplia hornacina que cobija un bello grupo
escultórico, Santa Ana con la Virgen y el Niño, esculpido en mármol, en 1665, por Bernabé Gómez del
Río, el mismo autor del San Rafael del puente.
Abandonada
durante las últimas décadas del siglo XX, la benefactora restauración y
remodelación llevada a cabo por el Ayuntamiento en la antigua Casa Carbonell
para instalar en el edificio la sede de la empresa Vimcorsa, así como un amplio y versátil
espacio expositivo que permite contemplar muestras artísticas de moderna
presentación y excepcional interés.
Esta
intervención ha recobrado la prestancia arquitectónica del bello edificio, de
estilo poco frecuente en Córdoba, pues responde al modelo conocido como hotel
francés, de finales del siglo XIX,
caracterizado por los dos cuerpos laterales que avanzan a ambos lados de un patio
exterior, dibujando una fachada en forma de U, de dos plantas, con balcones
arriba y ventanas abajo, inscritas en arcos ciegos de medio punto. Corona la
fachada un remate de impronta modernista con dos ces enlazadas, iniciales del
nombre comercial Casa Carbonell, que por su interés artístico se ha respetado.
El topónimo
Ángel de Saavedra insinúa que esta calle guarda relación con el preclaro poeta
y dramaturgo romántico cordobés, más conocido por su título nobiliario de Duque de Rivas (1791-1864); y
efectivamente, en la parte superior del cuerpo saliente que se asoma a la calle
reza un rótulo de negros caracteres sobre lápida de mármol gris que “Don Ángel
de Saavedra Duque de Rivas, poeta insigne, nació en esta casa el 10 de marzo de
1791. El Ayuntamiento de Córdoba, su
patria, le dedica esta memoria. 1902”.
Pero
conviene aclarar que don Ángel no nació en esta casa, como reza el rótulo, sino
en la que la precedió en el mismo lugar, pues el edificio actual data de 1881, año que figura en su artística verja
de hierro fundido. La cancela de hierro con marquesina de raigambre modernista
que protege la puerta principal ostenta el año 1909, en que se realiza el traslado de las
oficinas centrales de la Casa Carbonell, establecida en Córdoba en 1866, que la había adquirido un año antes
al Duque de Almodóvar. El patio, cuadriculado de granito gris y rosa, es ahora
un espacio despejado y acogedor, que conserva junto a la verja la vieja palmera
de siempre chorreando dátiles.
Entre la
iglesia de las carmelitas y la Casa Carbonell, una suave rampa enchinada
conduce a la puerta de acceso al compás del convento, remanso de espiritualidad
en medio del ajetreo de la urbe, en el que llama la atención el colosal arco de
medio punto por el que se abre al patio el atrio del templo.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA
Córdoba, 2003
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