domingo, 5 de agosto de 2018

Rincones de Córdoba con encanto, 74 Calles con naranjos


Calles con naranjos / Itinerario por el azahar
Hay cosas en Córdoba que, por cotidianas, el viajero no valora. Por ejemplo, el lujo de calles y plazas festoneadas de naranjos, que en primavera estallan de azahar e inundan el aire con su grato y penetrante aroma, tan intenso a veces que llega a marear. ¿Se puede trazar un itinerario por el perfumado abrazo del azahar? Vamos a intentarlo.
Uno de los muchos posibles comienza en los jardines de la Merced, que camuflan buenos ejemplares de naranjos entre la densa arboleda. Traspasada la torre de la Malmuerta, no faltan los naranjos en el jardincito de Baden-Powell, y desde ahí el itinerario por el azahar cruza la avenida para asomarse a la plaza nueva de la Flor del Olivo, al pie del viejo chimeneón de Carbonell, donde crece una decena de jóvenes naranjos junto al grato rumor del surtidor. Sin cambiar de acera hay que remontar más adelante la Cuesta de San Cayetano y ascender hasta el rellano del templo carmelita para contar otro conjunto que el Jueves Santo anuda su aroma con las nubes del incienso procesional.
Tras cruzar de nuevo la avenida buscamos la puerta del Colodro para bajar por la calle Mayor de Santa Marina, festoneada de agrios. La estela del azahar prosigue por la inmediata plaza de Santa Marina, que la reciente remodelación ha anillado de naranjos muy jóvenes en convivencia con los que perviven en el lado de la epístola y la contigua placita. Aquí la angosta calle Morales acerca a la plazuela de Don Gome; ante la blasonada portada manierista del Palacio de Viana los naranjos proyectan sobre los bancos de granito su protectora sombra, tan codiciada por los turistas. Dentro ya del noble edificio el azahar tiene su máxima expresión en el patio llamado de los Naranjos, y en los cítricos enjardinados que tapizan los muros del patio de las Rejas, aquél que el poeta Jiménez Martos comparaba con un “patio del Paraíso / donde huelen a mar las cinerarias / y hay un Mediterráneo de perfumes”.
Frente al patio de las Rejas, los naranjos adornan la íntima placita que se abre al inicio de la calle Muñoz Capilla. Desde la plaza de San Agustín hay que asomarse a la inmediata del Padre Cristóbal, que aroman los naranjos, para buscar después el Pozanco, que también flanquean los cítricos. La calle Custodio atrapa en su quebrada angostura hasta desembocar en la plaza de San Rafael, donde los naranjos ofrecen grato cobijo mientras el viajero contempla la fachada neoclásica del Juramento, y enseguida. Casi al lado, los naranjos que se despliegan en la plaza dedicada al poeta Juan Bernier parecen evocar los que cuidaron entre rezos las monjas clarisas del desaparecido convento de Santa María de Gracia.
La calle de este nombre acerca a la inmediata plaza de San Lorenzo, cuyo jardín triangular incorpora vistosos cítricos recortados cuidadosamente en forma de grandes piñas. La ruta avanza ahora por la calle Escañuela, que se abre frente al costado de la epístola, que jalona de hermosos naranjos su tramo más ancho. Engalanan los naranjos la placita que se abre al inicio de la calle Avéjar, y el azahar sigue acompañando en Arroyo de San Lorenzo. Con naranjos recibe la plaza de la Magdalena, que también los ofrenda al recuperado templo fernandino. En la calle Muñices, las rejas del antiguo palacio, hoy colegio público, exhalan una bocanada de azahar.
Pero si el viajero no tiene temor a perderse, deberá buscar la plaza de las Tazas, cuyos rincones guardan los naranjos, y salir a la inmediata plaza de Regina, sombreada por cítricos, que también puntean de verde el inmediato inicio de Calle Encarnación Agustina y de Calle Duque de la Victoria, por donde salir a Calle Gutiérrez de los Ríos, que incorpora naranjos en sus tramos de ensanche, y enseguida, por Fernán Pérez de Oliva, tomarse un descanso en la plaza de San Andrés, que festonea de naranjos aromáticos su grato intimismo.
A través de San Pablo y Capitulares hay que subir por Claudio Marcelo, donde los naranjos arropan los edificios modernistas, y asomarse a las Tendillas, en cuyos arriates se agrupan, de cuatro en cuatro, medio centanar de ejemplares vistosos. Ahora hay que buscar la calle de la Feria, que a partir de Maese Luis regala la más larga doble hilera de naranjos, 123 suman, también presentes en el platero compás de San Francisco.
La Ribera acerca al conjunto monumental. A la vera de la Puerta del Puente, la recuperada explanada del Triunfo acoge otra veintena de naranjos. Sin olvidar que al lado, el patio de la Catedral reúne una gran concentración, que alcanza casi el centenar. La ruta del azahar prosigue, sin un respiro, por Amador de los Ríos, desemboca en el Campo Santo de los Mártires, se explaya en los jardines del Alcázar, y a través de Doctor Fleming conecta con los jardines de la Victoria y de la Agricultura, para buscar desde allí la calle Reyes Católicos, que, al desembocar en Colón, completa así el anillo de azahar. Córdoba de los naranjos.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA
Córdoba, 2003










































































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