Calles con naranjos /
Itinerario por el azahar
Hay cosas en Córdoba que, por cotidianas, el viajero
no valora. Por ejemplo, el lujo de calles y plazas festoneadas de naranjos, que
en primavera estallan de azahar e inundan el aire con su grato y penetrante aroma,
tan intenso a veces que llega a marear. ¿Se puede trazar un itinerario por el
perfumado abrazo del azahar? Vamos a intentarlo.
Uno de los muchos posibles comienza en los jardines
de la Merced, que camuflan buenos ejemplares de naranjos entre la
densa arboleda. Traspasada la torre
de la Malmuerta, no faltan los naranjos en el jardincito de
Baden-Powell, y desde ahí el itinerario por el azahar cruza la avenida para
asomarse a la plaza nueva de la Flor del Olivo, al pie del viejo chimeneón
de Carbonell, donde crece una decena de jóvenes naranjos junto al grato rumor
del surtidor. Sin cambiar de acera hay que remontar más adelante la Cuesta
de San Cayetano y ascender hasta el rellano del templo carmelita
para contar otro conjunto que el Jueves Santo anuda su aroma con las nubes del
incienso procesional.
Tras cruzar de nuevo la avenida buscamos la puerta
del Colodro para bajar por la calle Mayor de Santa Marina, festoneada de agrios. La estela
del azahar prosigue por la inmediata plaza
de Santa Marina, que la reciente remodelación ha anillado de
naranjos muy jóvenes en convivencia con los que perviven en el lado de la
epístola y la contigua placita. Aquí la angosta calle Morales acerca a la plazuela
de Don Gome; ante la blasonada portada manierista del Palacio
de Viana los naranjos proyectan sobre los bancos de granito su
protectora sombra, tan codiciada por los turistas. Dentro ya del noble edificio
el azahar tiene su máxima expresión en el patio llamado de los Naranjos, y en
los cítricos enjardinados que tapizan los muros del patio de las Rejas, aquél
que el poeta Jiménez Martos comparaba con un “patio del Paraíso / donde huelen
a mar las cinerarias / y hay un Mediterráneo de perfumes”.
Frente al patio de las Rejas, los naranjos adornan la
íntima placita que se abre al inicio de la calle
Muñoz Capilla. Desde la plaza
de San Agustín hay que asomarse a la inmediata del Padre
Cristóbal, que aroman los naranjos, para buscar después el Pozanco,
que también flanquean los cítricos. La calle Custodio atrapa en su
quebrada angostura hasta desembocar en la plaza
de San Rafael, donde los naranjos ofrecen grato cobijo mientras el
viajero contempla la fachada neoclásica del Juramento,
y enseguida. Casi al lado, los naranjos que se despliegan en la plaza dedicada
al poeta Juan
Bernier parecen evocar los que cuidaron entre rezos las monjas
clarisas del desaparecido convento de Santa María de Gracia.
La calle de este nombre acerca a la inmediata plaza
de San Lorenzo, cuyo jardín triangular incorpora vistosos cítricos
recortados cuidadosamente en forma de grandes piñas. La ruta avanza ahora por
la calle
Escañuela, que se abre frente al costado de la epístola, que jalona
de hermosos naranjos su tramo más ancho. Engalanan los naranjos la placita que
se abre al inicio de la calle
Avéjar, y el azahar sigue acompañando en Arroyo
de San Lorenzo. Con naranjos recibe la plaza
de la Magdalena, que también los ofrenda al recuperado templo
fernandino. En la calle
Muñices, las rejas del antiguo palacio, hoy colegio público, exhalan
una bocanada de azahar.
Pero si el viajero no tiene temor a perderse, deberá
buscar la plaza
de las Tazas, cuyos rincones guardan los naranjos, y salir a la
inmediata plaza de
Regina, sombreada por cítricos, que también puntean de verde el
inmediato inicio de Calle Encarnación Agustina y de Calle Duque de la Victoria, por donde salir a Calle Gutiérrez de los Ríos, que incorpora naranjos en sus
tramos de ensanche, y enseguida, por Fernán
Pérez de Oliva, tomarse un descanso en la plaza
de San Andrés, que festonea de naranjos aromáticos su grato
intimismo.
A través de San
Pablo y Capitulares
hay que subir por Claudio
Marcelo, donde los naranjos arropan los edificios modernistas, y
asomarse a las Tendillas,
en cuyos arriates se agrupan, de cuatro en cuatro, medio centanar de ejemplares
vistosos. Ahora hay que buscar la calle
de la Feria, que a partir de Maese
Luis regala la más larga doble hilera de naranjos, 123 suman,
también presentes en el platero compás
de San Francisco.
La Ribera acerca al conjunto monumental. A la vera de
la Puerta
del Puente, la recuperada explanada del Triunfo acoge otra veintena
de naranjos. Sin olvidar que al lado, el patio de la Catedral reúne una gran
concentración, que alcanza casi el centenar. La ruta del azahar prosigue, sin
un respiro, por Amador de los Ríos, desemboca en el Campo Santo de los Mártires, se explaya en los jardines del Alcázar, y a través de Doctor Fleming conecta con los jardines
de la Victoria y de la Agricultura, para buscar desde allí la calle
Reyes Católicos, que, al desembocar en Colón,
completa así el anillo de azahar. Córdoba de los naranjos.
Textos:
Francisco Solano Márquez
Diario
CÓRDOBA
Córdoba, 2003
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