Casa de los Marqueses del Carpio / Una fortaleza
palaciega
Los turistas
que bajan por la calle de la Feria
en busca del Potro se
sorprenden cuando les sale al paso repentinamente, retranqueada sobre la línea
de las fachadas, la casa de los Herruzo, así conocida hoy por el apellido de
sus propietarios, los hermanos Herruzo Sotomayor, cuyo aspecto actual es fruto
de las reformas realizadas sucesivamente, a partir de 1924 –año en que adquirió la casa el
matrimonio Antonio Herruzo Martos y Pilar Sotomayor Valenzuela–, por los
arquitectos Casto Fernández Shaw, Félix Hernández
y Rafael Manzano sobre la antigua casa de los Marqueses del Carpio.
Lo más auténtico
del conjunto es el imponente torreón medieval, de estirpe gótica, que se asoma
a la calle Cabezas;
en comparación con su antigüedad, la fachada a la calle de la Feria es una
escenografía de reciente configuración, pero está organizada con tan buen gusto
arquitectónico que cautiva a quienes conservan espíritu de viajeros románticos.
La robusta
verja que protege la entrada, anillada a dos gruesas columnas de granito,
permite contemplar, e incluso intuir, sin necesidad de entrar, la magnificencia
de la mansión, que conjuga su aire defensivo con la distinción de una casa
señorial. La mejor visión de conjunto que regala la casa es la que se contempla
desde la calle de Romero
Barros, la antigua Sillería, que se abre enfrente.
Un preámbulo
vegetal –el naranjo y plantas trepadoras como el jazmín– da paso a la muralla,
reconstruida sobre el lugar por el que discurría la antigua. Una esbelta torre
cuadrada defiende la entrada de la casa, que se realiza a través de un arco
almenado, vagamente inspirado en la puerta de Almodóvar.
La perfección de los sillares de piedra arenisca y el puntiagudo remate de las
afiladas almenas que coronan la puerta y la torre revelan su reciente
construcción, pero la complicidad de las plantas trepadoras que escalan,
enmascarándolos, algunos paramentos, disimula la juventud del conjunto. El
rincón que forman la saliente torre y la muralla, acuna un fuste estriado y un
capitel corintio romanos, lujo arqueológico que presagia la villa excavada en
el sótano de la casa. ¿Será el capitel romano con inscripción cúfica de época
árabe del que hablan los libros antiguos, procedente del alcázar califal?
El acceso,
tapizado con losas de granito y menudo enchinado en el pasillo central,
asciende en suave rampa, y, tras rebasar la entrada, gira a la izquierda,
buscando el encuentro del antiguo patio de armas, dominado por la soberbia
fachada oriental del torreón medieval. En esta fachada el arquitecto
restaurador abrió huecos para dar luz a los salones, que en época de calor se
protegen con esteras de pleita; en la primera planta se aprecian dos balcones
neogóticos de arcos apuntados, y en la segunda, dos pares de ventanas
ajimezadas.
Desde la
verja lateral también se alcanza a ver el pabellón neomudéjar de dos plantas
construido en ladrillo, que se alza al pie del torreón; su planta baja respira
a través de arcos peraltados sostenidos por pilares octogonales, mientras que
la alta ostenta arcos rebajados con antepechos y cierres de cristal; una
disposición que recuerda el patio principal del antiguo hospital de
San Sebastián.
Amenizan la
rampa naranjos, setos, arbustos trepadores, la airosa palmera y el puntiagudo
ciprés, que rebasa en altura las almenas de la torre. Más allá de lo que se ve
a través de la verja, hay que imaginarse el conjunto de espacios abiertos, como
los patios de los Cuernos, del Pozo, de la Piscina y de la Morera, y, ya en el
interior, la suntuosa escalera y la sucesión de nobles estancias, como la
biblioteca, el comedor principal, la galería del Sol y el romántico salón
Amarillo, que atesoran colecciones de muebles antiguos y de obras artísticas, y
ponen de manifiesto el gusto de sus propietarios por conservar tan antigua
mansión bajomedieval coherentemente restaurada en estilo neomudéjar.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA
Córdoba, 2003
Estupendo artículo. Muchas gracias. Un cordial saludo,
ResponderEliminar