Calle Cabezas / Bajo la protección del torreón
La calle Cabezas es como un viaje a la Córdoba
bajomedieval, ambientado por la torre-fortaleza de los Marqueses del Carpio y
la calleja de los Arquillos, envuelta en las brumas de la leyenda.
Arranca la
calle dibujando una suave curva, tras la que enseguida se abre por la izquierda
una placita mínima, y en ella se impone la severa fachada del torreón medieval
de la casa
de los Marqueses del Carpio, de robustos sillares dispuestos a soga
y tizón, que se eleva protector sobre las casas del entorno. De abajo a arriba
se abren en la fachada –es un decir, pues siempre están cerrados– una puerta
adintelada, un austero balcón soportado por ménsulas, dos ventanas con
artística rejería, un balconcillo con antepecho de piedra labrada y,
finalmente, bajo el alero del tejado, las primitivas almenas se han
transformado en ventanucos protegidos por celosías. Las palomas revolotean
alrededor de la torre y se enseñorean del espacio.
A su amparo
se suceden las casas señoriales con su pátina de alcurnia decadente; unas
deshabitadas y otras vividas –como la número 6, conocida como la de los Condes
de Zamora de Riofrío–, aunque siempre pudorosamente cerradas, con las ventanas
bajas cubiertas de celosías. Transitan los vecinos con pasos sosegados que
resuenan en la soledad de la calle, y un perrillo sin amo vagabundea errante a
la espera de calor y alimento.
Pasada la
torre, la calle recobra su estrechez, acompañada ahora por una montera vegetal
que sobrepasa la tapia y anuncia un cuidado jardín interior. Y enseguida, dos barreras
o callejas sin salida, una a cada lado: por la derecha, Doña Muña, topónimo de
clara resonancia medieval, y por la izquierda, Horno de Guiral, que guarda al
fondo, prendido de una esquina, un erosionado capitel árabe de avispero.
Tras la
mella de un solar, cuya tapia permite que una bocanada de claridad inunde la
calle, sigue la sucesión de casonas antiguas, evocadoras de una Córdoba
detenida, por la que no pasa el tiempo. Otra de ellas es la número 16, cuya
adintelada portada con frontón partido en el que se inscribe el balcón
principal, denota su noble origen. Tras su remodelación la habitan hoy seis
familias, según revela el panel del portero automático; acertado ejemplo para
conjugar conservación y habitabilidad. Más allá de su artística cancela,
escoltada por un par de columnas de piedra, se despliegan perspectivas de arcos
y se intuyen recobrados patios en los que verdean plantas de interior. Esto es
vida.
Justo al
lado, tras una cerrada verja, se adentra un callejón tan angosto que casi se besan
sus tejados; es la calleja de los Arquillos, que ostenta descarnados muros de
ladrillo y un escalonado pavimento empedrado. Haciendo honor a su topónimo, la
cruzan transversalmente tres o cuatro arquillos que acentúan la perspectiva de
profundidad. En este lugar anida una de las muchas leyendas históricas que
Córdoba alumbra, y de la que proporciona pista la lápida que figura al
exterior:“Dos insignes historiadores cordobeses, Aben Hayan, Ambrosio de Morales,
y un cantar de gesta castellano nos dicen que en el año 974 en esta casa estuvo preso el señor de
Salas Gonzalo Gustioz y que las cabezas de sus hijos los siete infantes de
Lara, muertos en los campos de Soria, fueron expuestas sobre estos arcos.
Verdad y leyenda venerable, de fama multisecular en toda España”, reza el
texto, que se atribuye a don Ramón Menéndez Pidal. Pese a su autoridad, historiadores
de hoy desmienten que colgaran aquí las cabezas de los Laras, trágico episodio
que inspiró a nuestro Duque de Rivas su poema dramático El moro
expósito.
Casas de
franciscana modestia siguen conviviendo con otras señoriales venidas a menos,
entre las que ahora destaca la 24, con blasón en el dintel y balcón de perfil
curvilíneo. De algunos balcones cuelgan geranios, y en una ventana baja se
anuncia un sastre “cívico y militar”. Otro ensanche que aprovechan los autos
para estacionar, cómo no. Hasta que, de pronto, cruza transversalmente Rey Heredia,
que pone fin al sueño medieval de la calle Cabezas.
Textos: Francisco Solano Márquez
Diario CÓRDOBA
Córdoba, 2003
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